Una vez creyó que la persona a su lado era la más confiable. Después de todo, en este mundo, quien podía dormir con él siempre era el más cercano.
A altas horas de la noche, con un ambiente familiar por todos lados, sueños y realidad entrelazados, la confianza es algo natural.
¡Pero estaba equivocado!
Cuando una persona decide irse, lo primero que deja ir definitivamente no son los sentimientos.
Ella conocía todas sus debilidades, por lo que una palabra suya o un gesto suyo podían dejar con precisión la herida más profunda en su corazón.

El amor debe ser gentil.
Pero a veces, es una cuchilla extremadamente afilada que corta tu inocencia y te permite ver la verdad del amor.
No todo afecto puede ser correspondido, y no toda espera puede resultar en el regreso del ser amado.
Pensé que el amor podía volver a las personas suaves, pero descubrí que hace que las personas aprendan a ser decisivas.
A partir de entonces aprendió a no confiar fácilmente en nadie ni a confiar completamente en él.
El amor es algo sutil. Siempre es suave al principio, embriagando a la gente con él, como una llovizna que cae sobre el corazón, humedeciendo las cosas silenciosamente.
Sin embargo, su final suele ser decisivo. Cuando aún está inmerso en él, la otra parte ya se ha retirado, dejándolo solo con un sueño vacío.
Una vez pensó que el amor podía hacer que las personas fueran más suaves, pero luego descubrió que el amor también podía hacer que las personas aprendieran a ser despiadadas.
Aquellos que aman demasiado siempre fracasan miserablemente, por eso comienza a restringirse, a volverse frío y a aprender a guardar cierto espacio en el amor.
Las heridas más profundas del mundo siempre vienen de las personas que más te importan.
Las palabras de los extraños no son más que una ráfaga de viento que sopla desde el camino y desaparecen tan pronto como son pronunciadas.
Pero la gente familiar conoce tus debilidades y sabe cómo atacarlas con precisión, sin dejarte lugar al que escapar.
Una vez pensó que el tiempo lo diluiría todo, pero algunas heridas nunca desaparecerían. Simplemente se convertirían lentamente en una cicatriz silenciosa en el largo río del tiempo, recordándole su antigua inocencia.
La gente tiene que crecer, esto es inevitable.
¿Pero quién dice que el crecimiento debe ser gracias al dolor?
El dolor es sólo dolor y no vale la pena estar agradecido por él.
No agradecerá a quienes le enseñaron a ser indiferente, pero nunca más se dejará herir sin defensa.
Desde entonces aprendió a sonreír entre la multitud y a permanecer en silencio en la noche.
El mundo seguía siendo bullicioso y ruidoso, a nadie le importaba lo miserable que había sido y él ya no abría su corazón a nadie.
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